domingo, 24 de octubre de 2010

Ya no los Miraré ni Escucharé con Inocencia

Hemos sufrido hasta el dolor el mensaje del odio y del desprecio, que nos han transmitido los medios de comunicación en los últimos tres años.

Se valieron de todos los íconos del espectáculo, de lo religioso, de lo económico, de lo político, de lo profesional, vimos y oímos todos los días hasta que nos oprimió la última fibra del cuerpo, a periodistas, curas, médicos, maestros, empresarios, cómicos, intelectuales, pintores, caricaturistas, etc., etc., etc. mentirnos descarada y cínicamente sobre lo que nos ocurre, lo que vivimos.

Más que rabia, fue despecho, porque cada uno de ellos era de una o de otra forma admirado o querido por nosotros, cada uno se arrancó públicamente la máscara como cuando concluye el teatro y a todos los vimos igualmente pálidos, sin diferencia entre ellos, eran juntos en el odio.

En este proceso los medios nos han servido para conocer los recovecos de las caramas del poder, sus miserias en todas sus formas, sus deseos, y su absoluta irresponsabilidad con sus actos, no reconocen nada, como dueños creen tener derecho a seguir mintiendo y engañando. El poder tiene una estupidez de nacimiento y esa es la que transmiten los medios cada vez que los pueblos del mundo deciden tomar en sus manos la rienda de sus destinos.

El poder sólo sabe del crimen como forma de supervivencia, lo demás son ficciones para ocultar lo inocultable, la purulencia de un cadáver que se niega a partir.

Los dueños de los medios y periodistas tarifados tienen el deber ético de seguir mintiendo, por eso cobran, por eso tienen su verdad ideológica y tienen que defenderla a costa de toda credibilidad.

Nosotros no debemos molestarnos, porque vamos por buen camino, sosteniendo el rumbo, debemos mantener la calma, la serenidad, necesitamos pensar, tomar conciencia de las querencias que nos hacen abrazos, del llanto que se transforma en risa. Necesitamos crear nuestros propios medios, aquellos que sean voz y manos nuestras, que sean como nosotros, nuestros espejos, elementales y trasmisores de nuestros sentires y saberes.

Somos una cultura en formación, que nace del corazón, se manifiesta en el abrazo, en el compartir, en el aceptar lo distinto, lo diverso, una cultura que no compite, que trabaja junto, que valora lo pequeño como forma de andar juntos, los medios que la promuevan deben estar supeditados a esos principios de formación. ¡Y vámonos porai, que la parranda de la vida nos espera, los gusanos que hagan su trabajo, lo nuestro es construir un mundo donde la vida en permanencia sea!

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