domingo, 24 de octubre de 2010

Onanismo y Virtualidad

Anibal Tobón Bermúdez

(Advertencia: Se ha determinado, por autoridades incompetentes, que como éste es un periódico para brutos inteligentes, entonces la salud mental de los lectores puede ser afectada por razones desconocidas, incluso para cazadores de gazapos y cayapos. Léase agitado, dos veces al día. Manténgase en lugar fresco y lejos del alcance de los niños)

(Santafé de Bogotá, Angosto 11 de 1999, Agencia de Prensa “La Virtud”)

La virtualidad es la posibilidad, pero mayormente designa la apariencia de las cosas. Dice el Larousse que virtual es lo “posible, que no tiene efecto actual (...) Que tiene existencia aparente pero no real; imagen, objeto virtual.” Es de esa virtualidad de la cual se nutre la informática, nacida de la cibernética, que se ha derivado el término “aldea global”.

En estos tiempos de realidades, o irrealidades, virtuales de todos los pelajes, se ha puesto de moda, y de modo de opinar, el concepto de “aldea virtual” para designar como se nos ha reducido el mundo, como se nos enaniza el horizonte y como la velocidad nos acosa.

La aldea virtual es nuestra coloquial manera de decir “pueblo chico, infierno grande”, para indicar que todo se sabe casi en el momento en que se ejecuta la acción del verbo. En ese campo las telecomunicaciones han avanzado de tal manera que ya casi se saben las cosas antes de que acontezcan,

Globalidad y virtualidad se dan la mano dentro de la más moderna modernidad (valga el pleonasmo, como dicen los presuntuosos), La ultra vanguardia no sólo de las comunicaciones sino también de lo virtual, en la cual se entremezclan por igual las noticias y los juegos, la información financiera y los espectáculos culturales, el mercado global y la publicidad pornográfica, las estadísticas y los piratas cibernéticos.

Es decir la velocidad conque la desinformación traslada chismes insulsos, desastres económicos, banalidades faranduleras, mujeres en cueros, noticias lacrimógenas, y alguno que otro virus con el melifluo nombre de Melissa, o Da Vinci. Todo esto como tutti frutti individualista, que en algunos campos tiene remarcables logros, pero que siempre está bajo el signo de la especulación informativa, la apariencia de la libertad y la manipulación de la imagen.

Los máximos beneficiados de esto han sido los propietarios de cadenas de noticias, los dueños de la industria de la informática, los emporios económicos, y en menor medida y distancia, los periodistas y cierta audiencia social, Los perjudicados son las clases medias y los mediocres, que han visto la salvación del mundo a través de la informática, y que tendrán que enfrentarse, a finales de este año, a su propio apocalipsis en el fin del milenio.

Pero la virtualidad, lo que es sin existir (¿paradoja de nuestros tiempos modernos?), es lo que caracteriza a “los últimos adelantos” (otra posible paradoja) a los cuales nos conducen los intrincados caminos de la informática, Lo virtual está, como dicho, de moda: usted puede tener mascotas virtuales que duermen, lloran, comen y cagan, como cualquier animalito real que se respete.

También puede usted tener experiencias virtuales de diversos tipos, que abarcan modalidades como el miedo, el amor, peligros, decepciones, chateos, y hasta orgasmos en el asiento trasero de cualquier computadora, en medio de la autopista informática y envuelto en la compleja red para cibernautas. Pero en definitiva, todo eso son puras apariencias, que nos tratan de mostrar a lo virtual como algo modernisisísimo.

Sin embargo, y visto a ojo de buen cubero, sería Onán, el padre del onanismo, quien pueda arrogarse la paternidad de la virtualidad en su sentido más humano; es decir masturbarse. Ejercicio de higiene sexual que cuenta con variadísimos nombres en cada cultura del planeta, y que en éste mismo momento no tengo ninguno a mano.

Aunque la historia de Onán es conocida, bien vale la pena repetirla. Este rey de un remoto país árabe, en la más antigua antigüedad (para que sufran los presumidos), decidió que por razones de estado contraería matrimonio, pero que no iba a consumar el acto sexual (desconozco las razones de tal estado de cosas), sino que en adelante iba a masturbarse para satisfacer sus necesidades eróticas. Cosa que cumplió religiosamente.

De allí se ha derivado la palabra “onanismo” para designar a quien se proporciona placer a sí mismo, a través de estímulos de contenido erótico, obteniendo satisfacciones reales sobre la base de imágenes aparentes, Es decir que estamos ante un cotidiano actor virtual de todas las épocas, que practica un ritual de placer para consagración de la líbido de su propio cuerpo.

Esta humanísima virtualidad ha sido practicada por los siglos de los siglos (amén), llevada de la mano del hombre (o la mujer) con una íntima religiosidad, sin que el elemento contrario, objeto del deseo de una de las partes, tenga presencia real pero sí un efecto actual en la consumación del acto sexual en solitario.

Pa’ jodé a otro, con ese hueso de la modernidad de la informática. Creo que eso es pura paja de la oposición.

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