domingo, 24 de octubre de 2010

La Revolución es un Poema

I

La revolución es un poema que verso a verso elaboran los pueblos. Es un acto del profundo corazón. Nace de un desgarre, de un hondo dolor y cuando camina lo hace en paralelo, no mira hacia atrás ni a ningún punto, sólo se construye a si misma.

II

Algunos piensan, en la confusión del marasmo, que la revolución es tumbar un gobierno, tomar el poder, fusilar a los contrarios, meterlos presos o defender los intereses de tal o cual clase social; después crear un conjunto de leyes para legalizar al nuevo gobierno y ya está, sino es así, la revolución no es y salen corriendo a colocarse del lado que decían combatir. Para otros, la revolución no pasa de ser una simple reforma, en donde se cambian unos funcionarios por otros, se reforman unas leyes, se acomodan en el control del estado y ya está, de no ser así, salen corriendo y se colocan al lado de aquello que decían combatir. Es claro que estos revolucionarios no saben lo que es una revolución, en ambos casos, los apremia el apuro, la necesidad de ser héroes, mártires, conductores, desconocen que el mejor líder, no es aquel que dirige sino el que mejor sirve al colectivo.

III

Las confrontaciones que se muestran con toda intensidad, son las mismas cotidianas expresiones de violencia que produce la lucha de clases. No es nada nuevo, ni mucho menos revolucionario. Lo que produce tanta alharaca, es que uno de los bandos, descubre lo sometido que ha estado, el tanto engaño, la mucha traición, el robo en extremo y lo cara lavada de los diferentes actores de lo evidente. Por otro lado, los que se saben al descubierto, intentan mantener la mentira que ocultan, sus abultados privilegios, en el medio los oportunistas de siempre, de cualquiera de los bandos, que quieren estar bien con dios y con el diablo, dándoselas de inteligentes, de sabios, de solucionadores y lo que son, es, una caterva de bandidos, que viven como los carroñeros, alimentándose de las vísceras de aquellos que construyen la historia.

IV

Los pataleos del moribundo sistema, crean en muchos la ilusión de que las cosas tienen arreglo, de que el Estado puede cambiar, que los empresarios dejarán de robar a los obreros y al Estado, que la corrupción será resuelta con los heroicos honestos, que tarde o temprano serán corruptos, que los partidos corregirán sus errores y no engañarán más al pueblo, que ¡¡la pinga!!, es mejor portarse bien y reformar todas las leyes. En esa borrachera de la esperanza, se abrazan ricos y pobres y durante un tiempo forcejean en la espera, tratando de engañarse mutuamente, hasta que se pierde la esperanza y aparece la revolución.

V

Ya lo hemos dicho, cuando se pierde la esperanza comienza la revolución. Se hace necesario el cuestionamiento de todo el andamiaje productivo, sus relaciones y las instituciones que le sostienen. Es cuando nos apropiamos del hacer y nada es dejado al azar. Es cuando comenzamos colectivamente a producir los versos, a veces rudos, a veces tiernos, a veces limpios, a veces con aristas, es cuando nos desnudamos de todo interés y comprendemos que la revolución es la vida misma que se transforma. Defender una vieja forma es un sin sentido. Lo que ha de morir, naturalmente ocurrirá.

VI

Nada volverá atrás, ningún interés, sea de clase o individual, evitará que se produzca el hecho revolucionario, él ocurre porque la gente se niega al suicidio y buscará soluciones. Es en este momento, cuando los colectivos revolucionarios deben conversar, más allá de la institucionalidad. ¿Cómo debe ser el mundo soñado?, ¿cómo producir sin dañar?, ¿cómo adquirir conocimiento sin alienarse?, ¿cómo estar juntos sin ser sometidos?, ¿cómo jugar sin egos?, ¿cómo no ser superiores, ni mejores, sino ser en comunión?. Pero esta conversa, debe estar ligada con el hacer, único juez posible. Esta conversa, no puede estar dirigida por los estafadores de la palabra sin contenido, sino que debe ser jugosa, cargada del fruto de los haceres, porque ni allí ni en el corazón es posible la traición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario