domingo, 24 de octubre de 2010

¿Una Revolución?

I

Cómo explicar que vivimos una revolución, es decir algo que no ha ocurrido nunca, que no se parece al pasado, que no es posible comparar, que no es un hecho ideológico, que no está dirigido por élites de ningún tipo (aun cuando todas, de todos los signos se asignan el derecho de la dirección) Cómo hablar de sus planos infinitos, de sus inesperados giros, que no de sus etapas, cómo decir que quienes la impulsan desde todas las ideologías le temen, la desconocen y cada uno desea llevarla a donde ella no quiere ir, cómo saber que está viva, que escucha, habla, gesticula, corre, mira a todas partes.

Hay asustados que la quieren proteger, que la consideran a la deriva, endeble, pobrecita, y en todas partes ven gente que la quiere dañar, y desean con toda la fuerza de su corazón empezar a fusilar, para salvarla. No comprenden que es una revolución, que nos involucra a todos, los que están a favor y en contra.

II

La gente se reúne a discutir sus problemas y soluciones. Hay una rueda, no hay derechos de palabra, ni límite de tiempo, nadie está apurado, cada una habla lo que tiene que hablar, cada uno escucha lo que tiene que escuchar, ahí está el sancocho y la guarapita, ahí las juntas, ahí los juegos, ahí los videos, ahí los cuentos y los sueños, ahí un país clandestino, obstinadamente revolucionario, ahí en el patio bajo la mata de mamón. Ahí no están los funcionarios con sus disfraces de gobierno, ahí no están los dirigentes de partidos ni los grandes revolucionarios tradicionales, ni los pico e plata, sólo estamos nosotros íngrimos y solos, cimarrones, con un brillo, con una flama, separados de todo poder, buscándonos en la alegría, en la sencillez, en la humildad, soñando con un país a construir, viendo nuestro propio nacimiento.

Ahí está Reyita y Lino y Luis y Nacho y Marlene y Juancho y Matilde y Neida y Braulio y Juan y María, y ahí no están el jefe, el coordinador, el miembro, el militante, el señor, el capataz. Ahí están nombres de carne y hueso hablando y pensando sus problemas, sabiéndose lejos de un mundo que muere. Ahí están sin odios, sin ambiciones, sin rencores.

III

¿Cómo hablar de lo que no se sabe?, ¿Cómo valorar lo invalorable? ¿Cómo desechar lo que en el cuerpo es miseria? ¿Cómo empinarse éticamente? ¿Cómo dejar de ser pedigüeños? ¿Cómo dejar de copiar? ¿Cómo no hablar de desarrollo en economía y sí de construcción endógena? ¿Cómo pensar en pequeño y no en grande? ¿Cómo no saber que cuando se crece se invade? ¿Cómo inventar? ¿Cómo crear? ¿Cómo abandonar el pasado? ¿Cómo caer en cuenta que está ocurriendo una revolución?

IV

El ministro habla de cultura y se alegra de repetir las miserias del pasado; habla de economía y copia planes de bancos que producen pobres; se habla de salud, de vivienda, de deporte, de comida, de siembra, de cría, de zapatos, de vestido, pero siempre de lejos. Nadie nos pregunta sobre eso, sólo se hacen planes con urgencia, planes copiados de otros países en fracaso, que después de los millonarios planes son más pobres. A nadie pareciera interesarle en las esferas del poder lo de inventar o errar, todos siguen comportándose como si el mundo fuera una tabla de cuatro orillas y se conforman con ir de una a otra.

Cómo me quitaron mi arquitectura, mi armonía y me pusieron a vivir en estas casas de cemento en pleno trópico; qué interés o qué ignorancia nos enfermaron; cómo fue que me obligaron a vivir en casas de cochinos; cómo fue que me vistieron con poliéster en este trópico; cómo fue que me pusieron a comer un solo pan y una sola carne; cómo me enfermaron de diabetes. Hay quienes no entienden la necesidad de una revolución y la confunden con darle de comer a los pobres como si fuéramos cochinos. Cómo fue que me avergonzaron tanto al punto de no amarme.

Los macro planes de viviendas diseñadas y construidas por personas que no van a vivir en ellas engordan las arcas de empresarios y funcionarios de la construcción. Así es la salud, engorda funcionarios y laboratorios, y la comida y el calzado y el vestido que es para nosotros. ¿Por qué no dejan que seamos nosotros quienes decidamos? ¿Cuál es el apuro? Pero también es la educación y el deporte; negocios, comisiones, donde aparecemos como números, sólo estadísticas, nada varía, en las esferas del poder creen que nada ocurre, que nada pasa, que nada pasará, creen que basta con cambiar adecos y copeyanos y nos siguen viendo como gente que de vez en cuando hay que darle una chupeta para mantenerla contenta, no se dan cuenta que somos el 89 y el 4F y 27Nov y 13 de abril y 7 elecciones sosteniendo a pesar de ellos una idea de país, y a ellos los hemos visto traicionar uno por uno, los hemos visto cansarse, los hemos visto acobardarse, los hemos oído hablar mal de nosotros, los hemos visto robar descaradamente aun en nombre de nosotros y la revolución. Pero no entienden que siguen dándosela de una vaina, quieren ser adecos y copeyanos y lucir como ellos y hablar como ellos y jodernos como ellos y sus secuaces de proyecto y primero justicia, inventan organización como atarrayas, nos creen peces, organización como corrales, nos creen vacas, organización como trampajaulas, nos creen pájaros.

V

Nosotros los pobres estamos obligados a profundizar la revolución, a sembrar lo que nos gusta comer, a fabricar lo que nos gusta vestir y calzar, debemos diseñar y construir las casas en las que queremos vivir, a jugar lo que queremos jugar, y ahí que surja el arte que ha de surgir. Estamos obligados a cambiar el modelo de producción que nos produce, que nos engendra, que nos fabrica, que nos destruye, que nos hace ser lo que somos.

VI

¿Cómo no entender que una revolución está en marcha? ¿Cómo no saber que hoy sabemos que existimos? ¿Cómo explicar que nada vale seguir haciendo lo mismo? ¿Que es inútil atacar lo incontenible?

VII

No queremos represa que contenga el río. Es una revolución, entiéndase con todas las letras, con todos los huesos, con toda la sangre.

A nadie más que a nosotros nos interesa la revolución, y nos interesa porque por primera vez estamos construyendo nuestra propia historia y queremos que sea como nosotros queremos.

VIII

No habrá democracia, ni libertad ni participación del colectivo mientras las estructuras que generan la representatividad permanezcan, mientras la fábrica sea la fábrica, la agroindustria sea la agroindustria, los partidos sean los partidos, las instituciones las instituciones. La democracia participativa comienza cuando en colectivo tomo la decisión sobre la producción, fuente originaria de lo que somos como gente. Esta revolución nos debe colocar en el camino de conversar en qué modelo de producción quiero vivir, si escogemos el del crecimiento económico el de los macro números, el de la competencia, entonces estaremos repitiendo historia y no habremos comprendido lo de inventar o errar, lo de cambiar, lo de construirnos endógenamente, seremos unos vulgares repetidores de discursos vacíos. Si por el contrario nos buscamos sin apuros, en otra ética, entonces habremos comprendido lo de aquel caballero andante, llamado Simón Rodríguez, cuando con toda su humanidad nos enseñó sin miedo a las miserias de su tiempo el significado de “Inventamos o erramos.” Estamos en una revolución. Comprendan, no teman, no se acobarden no le tengan miedo al cuero, abandonen el poder, báñense en la alegría, sumérjanse en el pueblo, único manantial de lo nuevo, de lo por nacer. Por favor no sigan siendo funcionarios de lo inerte.

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