domingo, 24 de octubre de 2010

De Otra Manera

El proceso revolucionario no está en los libros se aprende en la calle y cuando se aprende ya es viejo. No hay tiempo para sentarse, simplemente hay que vivirlo palante.

Alguien dijo una vez “lo que se siente no se piensa” buen verso para lo que no ha de ser tocado, pero nosotros como pueblo contribuimos desde 1810 a la libertad de otros pueblos y con la misma los que pudimos nos devolvimos a un mundo que continuó tratándonos con regaños, y a parte de nosotros, los que nunca regresaron fueron exterminados y tratados como criminales; desde entonces quedó el recuerdo de una hazaña en donde siendo protagonistas, el poder se encargó de enseñarnos que nunca estuvimos ahí, que jamás fuimos un pueblo de libertadores.

Hoy partimos de nuevo, (1989) desde el sentimiento; intacto tenemos el juntos, el hombro con hombro, el desprendimiento y la retribución del amor con amor se paga.

Esta vez debemos aprender a pensar lo que sentimos, necesitamos tener conciencia, conectar el corazón con el cerebro, las uñas con los cabellos, la risa con los llantos.

Pero esta vez no debemos devolvernos, ni dejar en manos de nadie lo que nos toca construir. En esta tercera fractura cultural, está propuesta una nueva manera de ver las formas como la humanidad ha resuelto los problemas que cada cierto periodo histórico sufre.

Una vez más decimos a la humanidad, con el hacer práctico, que las cosas pueden y deben hacerse de otra manera.

Este tiempo nos exige calma y largura en el análisis, porque este salto humano no ha de ser hijo de la prisa, la historia nos demuestra que este mundo fue construido en el apuro y sus resultados son el cansancio.

Estamos en los días en que todo ha de ser pensado, ninguna trampa debe crearnos la ilusión de soluciones mágicas, los pobres del mundo hemos soportado en diez mil años todos los rigores que han hecho la opulencia de unos pocos, y eso nos ha hecho sabios y pacientes. Busquemos juntos, entre nosotros, las claves que hagan posible una ética del corazón con la cual podamos habitar confiadamente este mundo.

Cada cierta época los pueblos se renuevan y con ellos su manera de producir y su óptica del planeta. En un tiempo fue la fe y en otro la razón, ahora pudiéramos pensar en armonizar corazón y cerebro, en viva confluencia con el resto del universo, sin ideologías o poder que detengan el sentir y el pensar de millones de seres que juntos, viniendo de miles de solitarios caminos, nos encontremos para saludo y abrazo en viva alegría.

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