Releyendo algunos textos acerca de los sueños, escritos por Ramón Mendoza, Carlos Angulo y otros soñadores, se me ocurre preguntarme ¿qué sueño? Pienso como un espécimen más y me atrevo a resumir la humanidad mediante las categorías históricas que he aprendido, las cuales uso con cautela. Todo lo que se diga está en entredicho, no escapa a las miserias del mundo ideológicamente tenidas como valederas. Todo el peo parece resultar de las necesidades humanas. Su razón de ser escapa a nuestra comprensión, responde a una configuración del universo o de la naturaleza o como se llame. Filosofar sobre ello es como tratar de morderse la frente. Es agotarse sin sentido. La reflexión más cercana debería ser en cuanto a los medios o conductas asumidas para la satisfacción de esas necesidades. Como nos hemos maltratado tanto, en plena conciencia o por azar. Como originamos necesidades accesorias, no vitales, sustentadas por y para el maltrato mismo. Simplemente no nos comimos el mango. Sacralizamos desde su cogida de la mata hasta el mordisco. No quisiera repetir los estadios marxistas de la historia porque me da ladilla. El egoísmo del humano es una maldición genéticamente heredada. Como que si yo sé algo de genética, uno si inventa güevonás. Toda guerra tiene un sustento económico, sentencio yo. Una verdad verdadera, no corro riesgo. Toda organización nueva, han analizado los analistas anales, niega la sociedad anterior, teniéndose como superior la nueva. De “evolución” en “evolución”, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo... Notifico que las únicas categorías históricas que manejo son marxistas o positivistas y esta notificación me parece por cierto ridícula y así debe interpretarse y que empiezo yo ahora poniendo deberes y ... ¡detente! ¡detente!. Todas desembocan en la anterior, puesto que sólo resultan en nuevas formas de dominación, humillación y jalabolismo humano. Todo poder inevitablemente tiende a generar métodos para el sostenimiento del mismo. Poder implica sometimiento y la condición inherente de que unos lo ostentan y otros lo codician, de que unos mandan y otros obedecen. Pero, asumiéndonos dentro de un mundo de contrarios ¿qué esperamos cuando se ha peleado con las mismas armas del enemigo? Con las mismas armas no tanto, pelea es pelea, sino con los mismos sueños que es más arrecho. Cuando se pelea por arrebatar el botín, no para destruirlo, sino para repartirlo o conservarlo. Cuando la política se ha apoyado en el botín como concepto de lucha. Tú los escuchas diciendo: “el problema no es el poder, sino quién lo ejerce.” ¡Coño!, tantos siglos como prueba no bastan. Los revolucionarios admirablemente sacrificados vieron y ven como alternativa la toma del poder para desde allí instaurar mediante la intimidación violenta o cariñosa los nuevos criterios de organización de la vida. Desde luego me refiero a los revolucionarios que en sus afectos mantienen como utopía un nuevo orden mundial, al menos distinto en términos humanos de los que hasta ahora ha conocido el planeta y no aquellos traidores que no tuvieron la delicadeza de callar o gritar sin más y no andar hoy abrazados con los asesinos de sus propios compañeros muertos en combate o lo que es peor al orden económico-cultural por el cual aquellos sufrieron tortura, cárcel o muerte. Ajá, pero de repente nos asumimos como el padre que cree convencido de sólo creer sin tanta pensadera de que al muchacho hay que darle unos vergajazos de vez en cuando para no sé que carajo... pero supongamos ¿qué hacemos hoy cuando esa posibilidad, en algún momento válida, está prácticamente inutilizada debido al callejón sin salida del enfrentamiento bélico? El armerío tan poderoso más allá del potencial energético del uranio, sobrepasa los límites de aguante del planeta. Que no es que aguanta mucho tampoco los modelos civilizatorios compartidos desde el que los implementa, si es que una mente humana decreta una civilización, hasta el que los acepta pasivo, pero activo para lo que hemos llamado el “suicidio colectivo”. Tal vez eso no es tan drástico. Los dueños del mundo ya se están planteando el “desarrollo sustentable”. Algo así como que el problema no es el modelo, sino la forma como se ha implementado. Con esta última idea es que los “revolucionarios” de ayer justifican su inserción en el sistema. ¡Verga!, ahí hay una vaina que no me cuadra. Sí carajo, están descubriendo el frijol con arroz. Cualquiera que tenga dos dedos de frente puede percatarse del peligro. A ellos les preocupa, es cierto, pero no es por fraternidad ni por querencia, es porque también van montados en el autobús y el volcamiento los afectaría. Se preocupan porque está en peligro el espacio donde joden a la gente. La gente hay que joderla y joderla bien jodía porque gente es lo que hay bastante y se produce carratico sin costo alguno, pero planeta, por los momentos este nada más. Por eso es que son ecológicos. Y nosotros que coño. ¿En base a qué realidad vamos a soñar? Aquí hasta los sueños son mercancía. Se sueña el mismo mundo que no permite soñar otro. Sueño partiendo de él, con sus herramientas. No es ni siquiera carencia, ella existe dentro de la posibilidad del propio mundo como referencia. Tampoco es esperanza, se espera lo que el mundo nos ha mostrado y nos ha permitido desear. El lecho donde se forma o nace el deseo es sospechoso. El sueño no puede partir de lo que existe. Menos de unos hombres con apenas el caparazón maltrecho. Hay que soñar hasta el sueño. El sueño por lo tanto, en principio, es la negación de la historia. Soñar el escalón siguiente es tramposo, pues tendríamos que considerar la vida como una escalera. El sueño, en consecuencia es la negación de mí mismo. Negarme para afirmarme y viceversa. Tratar de conocer nuestras miserias. ¿Qué va a soñar quien no reconoce su mediocridad? Identificarla en el detalle y en la generalidad. La pequeña parte que sea posible. La imagen en el espejo no eres tú, sino un reflejo de tu apariencia física. Bueno, yo estoy escribiendo estas cosas, motivado a las discusiones con amigos cómplices de emociones parecidas. To esfarataos, pero dispuestos a conversar estas cosas. Desechando el chisme, la pedantería intelectual. Mientras conversemos vanidosamente, tratando de estrujarle verdades al amigo, estamos pelando bola. Es una mera justificación de nuestra existencia. No afanarnos en tener la razón porque ésta nos tranquilice. Que no sea producto de complejos ocultos. La humildad no por humildes, sino sin alternativa. Estamos escoñetaos y sólo reconociendo ese escoñetamiento, por lo menos podremos abrazarnos y revolcarnos en el mismo estiércol o en la misma alegría. La evidencia viene tronando los dedos. Vamos a incendiarnos las pupilas. Esa es mi propuesta. Vamos a sabotear este asunto. Vamos a convertirnos en unos verdaderos cabezas de güevo. La burla, la burla, la burla. Vamos a escupirnos la cara. Vamos a tirarnos pelotas de mierda.
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